I Guerra Mundial
En 1895, King Camp Gillette inventó la maquinilla de afeitar de cuchilla desechable, mundialmente conocida por su nombre, cuya fabricación “masiva” inició en 1903 en su propia empresa, la Gillette Safety Razor, vendiendo 51 maquinillas de afeitar y 168 cuchillas. En 1915, la venta de maquinillas alcanzó las 450.000 unidades y 70 millones de cuchillas. Sin embargo, tres años después, la entrada de los EE.UU. en la I Guerra Mundial supuso su gran empuje, ya que suministró 4 millones de maquinillas a los soldados americanos. Éstos a su vuelta contaban maravillas del sistema.
En un principio (finales del siglo XIX), los relojes de pulsera eran muy poco utilizados por los varones, que preferían los clásicos de bolsillo, por compararlos con las joyas que portaban las damas. Sin embargo, en la I Guerra Mundial, los oficiales de artillería los utilizaban para tener las manos libres a la hora de calcular las coordenadas de lanzamiento y operar con los cañones, popularizándolos entre los varones.

Aunque el avión apareció en 1903 con fines civiles gracias a los hermanos Wright, desde sus inicios estuvo vinculado al ejército, necesitando tan sólo tres años para ser utilizado en un conflicto bélico. Fue en 1911, cuando un piloto italiano dejó caer 4 granadas de mano sobre tropas turcas. Las urgentes necesidades de la I Guerra Mundial estimularon a los diseñadores para construir modelos especiales para reconocimiento, ataque y bombardeo. Por ello, fueron entrenados más pilotos y construidos más aviones en los 4 años de conflicto que en los 13 años transcurridos desde el primer vuelo. Con la II Guerra aparecieron los aviones de propulsión a chorro, los más utilizados en la actualidad.
II Guerra Mundial

Los primeros detergentes en polvo estaban constituidos a base de grasa animal y ceniza. Como consecuencia de la II Guerra Mundial, hubo una escasez de esta grasa por lo que apareció el detergente en polvo origen industrial, incluyendo mezclas de tensoactivos con otras sustancias, para sustituirlo. Los primeros detergentes de este tipo, derivados del benceno, se utilizaron ampliamente en los años 40 y 50, pero no eran solubles ni biodegradables, lo que los hacía ecológicamente dañinos.
En 1932, la empresa alemana A.E.G. Telefunken realizó los primeros ensayos para la construcción de grabadoras de cinta. La firma IG Farbenindustrie propuso utilizar como soporte una cinta plástica, el acetato de celulosa, como cubierta de una película magnética, mejorando así la grabación del sonido.
En 1938, el húngaro-argentino Laszlo Biro (en la foto), inventa el bolígrafo de bola, en sustitución de las antiguas estilográficas de tinta, ya que éstas se secaban rápidamente y se atascaban, provocando chorretones de tinta. En la II Guerra Mundial fue empleado por los pilotos porque sus clásicas estilográficas explotaban como consecuencia de las altísimas presiones alcanzadas en las bruscas maniobras.